
1. Observar. Conocer qué está sucediendo y en qué momento del desarrollo está.
2. Podemos intervenir o seguir observando (no siempre nos necesitan o lo que necesitan es que les demos es el espacio y la confianza para gestionar la situación)
3. Poner palabras. Dar valor, describir. Por ejemplo, veo que te gustaría llegar a el objeto X y no llegas. Veo que querías hacer X y no te ha salido.
4. Acercarnos. Tocar. Coger. Abrazar. Dar el pecho. Si necesita relajarse y/o contención podemos hacer cualquiera de estas cosas o una detrás de otra, de menos intervención a la de más.
5. No negar. No distraer. No tapar. En todo momento debemos poder validar cómo se siente, que pueda sentirse valorado, validado, acogido y que pueda sentir que el adulto que lo cuida tiene voluntad de comprenderlo.
6. Límites. Si hay desbordamiento emocional y pega, lanza objetos, se pega a sï mismo o cualquier otra acción que ponga en riesgo su integridad, la de terceros o la del espacio y los materiales habrá que poner el límite. Verbalmente y físicamente. Todas las emociones y sentimientos son válidos pero no todas las acciones son válidas.
7. Puede que necesite ayuda para encontrar una solución (no quiere decir que lo solucionemos por él o ella, igual sí o igual no), puede que necesite simplemente desahogarse y sentirse acogido, puede que necesite cambiar de actividad.
8. No animar. No decir «tú puedes». Cuando algo no nos sale y la persona que nos acompaña decide animarnos puede ser doblemente frustrante. No me sale y no cumplo las expectativas del otro. El ánimo no es un conjuro que hará que algo le salga al infante, puede que necesite más práctica, más madurez o un cambio de condiciones X. Puede ser cierto que necesite más tiempo y/o más concentración. Quizá le podamos decir que la actividad que quiere realizar necesita práctica. Forzar la situación en forma de ánimo no suele ser una ayuda comprensiva (pensémoslo bien antes de animar y cómo lo hacemos.)
9. En todo momento también debemos tener claro que la frustración forma parte del aprendizaje, de la voluntad de acción y de la condición humana. La frustración debería ser vista como una oportunidad de aprendizaje de uno, del medio y de las relaciones con los demás, es dolorosa, sí, pero forma parte de la madurez y de los aprendizajes para la vida.
10. Como se apunta en «La socialización en la escuela infantil» de Anna Tardos y Anja Werner (aunque hablan de los conflictos entre infantes) cada situación es única y será el adulto el que tendrá que decidir siempre cómo ayuda al infante, «con los ojos», «con la boca» o «con las manos», y «sentir cuáles son las palabras y los gestos que más lo pueden ayudar».
Romina Perez Toldi / Pedagoga especializada en acompañamiento al desarrollo en la primera infancia
2 comentarios en «Pequeño decálogo para acompañar la frustración de forma respetuosa»
Uf, con esto nos toca lidiar mucho. A mi hijo le cuesta bastante. Pero es que a veces, se frustra incluso sin intentarlo… Ya de antemano piensa que no podrá. Y es frustrante como padres también no saber qué hacer, supongo. Yo alguna vez si le he intentado animar. Es lo que me sale… Cuando yo realmente sé que es algo que está en sus posibilidades… Y sí que veo que es contraproducente. Sólo que es muy complicado, cuando hay algo que tiene que hacer o podría perfectamente hacerlo y no quiere siquiera intentar…
Te voy a devolver la pregunta. Cuáles son las cosas que debe hacer y por qué debe hacerlas? Dónde queda su autonomía real en todo esto? Tenemos en cuenta su madurez y su voluntad? Qué quiere decir realmente «dentro de sus posibilidades»? De donde parte esa frustración, del infante o del adulto?