Una de las primeras cosas en las que debemos pensar cuando queremos plantearnos o replantearnos las rutinas de sueño, es conocer cómo funciona. El sueño es un proceso de desarrollo madurativo, los bebés no duermen como los adultos ni debemos esperar que lo hagan (saberlo nos ahorrará muchos disgustos).
Para conocer mejor el sueño acostumbro a recomendar el libro de Rosa Jové «Dormir sin lágrimas» donde básicamente nos explica como es el sueño de bebés, niños y niñas y lo que podemos o no esperar. Una de las cosas importantes que quiero destacar del libro son:
- No se enseña a dormir, se enseña el hábito a través de las rutinas
- Hasta los 5 o 6 años no tendrán un sueño parecido al de los adultos
- Niños/as y adultos tenemos despertares nocturnos, solo que los adultos no lo recordamos
A partir de aquí, decidiremos como escuela o familia cómo queremos acompañar el sueño y qué tipo de rutinas vamos a establecer. Tengamos en cuenta también que estas rutinas, siempre que respeten los ritmos vitales del infante, pueden ser distintas en cada cultura, casa o escuela y que no hay una forma única de dormir aunque sabemos que hay rutinas que ayudan a que el momento de dormir y el propio sueño sean más placenteros y que favorecen la auto regulación del infante.
Se puede hacer colecho o se pude poner al bebé en la cuna y estará bien, se puede dar el pecho, el biberón, el chupete o usarán el propio dedo y estará bien. Lo que no está bien es dejar al niño solo llorando en su cuarto o ponerse a contar minutos, eso solo genera sufrimiento, en el bebé y en los adultos. La idea es dormirse con placer, no de agotamiento y angustiado.
LAS RUTINAS
Una rutina es aquello que hacemos de forma acostumbrada de una manera determinada. Entendemos que el hábito es cuando ya se ha integrado y lo hacemos sin pensar. Un ejemplo sería cuando el adulto establece la rutina de que el infante se lave las manos siempre antes de comer, se convierte en hábito cuando el infante o el adulto lo hacen ya sin pensar siempre antes de comer.
A partir de esta distinción entendemos que es el adulto quien establece unas rutinas determinadas entorno al sueño con el objetivo de favorecer el proceso de dormirse y/o irse a dormir y el propio sueño. Cuando las rutinas están planteadas de forma pertinente facilitan al infante un ambiente asegurador y desde el conocimiento y la anticipación de la misma rutina, la cooperación y participación con el adulto en todo el proceso.
A su vez, entendemos que estas rutinas deben ser coherentes con las necesidades de bebés, niños y niñas y acompañar el verdadero sueño, con unos horarios y tiempos adecuados a las necesidades particulares del infante en cuanto al sueño y la vigilia. Podemos mirar de ajustar el sueño a los horarios adultos de forma conciliadora, pero no podemos pretender que duerma cuando no tiene sueño, ni que se «relaje» de forma forzada en lugar de dormir. Debemos llevar mucho cuidado con este tipo de prácticas.
En cuanto a las rutinas, estas también dependen de la cultura, el contexto y la propia familia, no existe una única manera de dormirse ni de acompañar el sueño para que este pueda ser autorregulado y reparador, así que no traigo recetas mágicas, porque ninguna de ellas tendría un encaje real en una familia o escuela cualquiera, más bien traigo ideas, reflexiones y recursos que nos faciliten un acompañamiento positivo del proceso de dormirse.
ACOMPAÑAR EL PROCESO
Aquí os dejo algunas ideas y reflexiones que se pueden llevar a la práctica tanto en casa como en la escuela, según la disponibilidad del infante y del adulto:
- Nombrar y anticipar todo el proceso ayudará a poner palabras, expresarse, dialogar y construir un marco asegurador, así como afianza el vínculo entre adulto infante.
- Vamos a procurar que se duerma en el mismo lugar que pasará la noche, ya sea la cama, cuna o cama familiar. Dormirse en un lugar distinto al que se pasará la noche o la siesta puede provocar sobresaltos en los despertares normales del ciclo de sueño, en cambio cuando tienen pequeños despertares en el mismo lugar se facilita que se sientan seguros y puedan volver a conciliar el sueño por sí mismos.
- En esta misma línea, cuando hacemos la primera parte en brazos o en el regazo vamos a procurar que acaben de cerrar los ojos allí donde vayan a seguir durmiendo. Este pequeño detalle facilita en gran medida un sueño sin grandes despertares.
- Para facilitar el paso de los brazos a la cama o la cuna y que se acaben de dormir allí nos puede ayudar quedar-nos al lado, acariciarlos, darles la mano o arroparles, arropar siempre es bien.
- También se pueden leer cuentos o cantar canciones aunque no es imprescindible y depende también de la disponibilidad del infante. El componente cultural y emocional de libros y canciones es fantástico.
- El objeto de transición es un buen aliado y aporta seguridad durante todo el proceso. Lo escoje el propio infante pero si no tiene se le puede dar la opción (no está obligado ni debe ser forzado)
- En ningún caso los dejaremos llorando solos a lo Estivill. Puede haber momentos de disconformidad y oposición pero deben saber que estamos allí con ellos/as y que comprendemos su dificultad.
- Tampoco vamos a usar las amenazas ni los chantajes para que se duerman, ni en ningún caso el afecto del adulto se pondrá en juego ni se verá peligrar. El camino es dormirse en calma y con placer, no por miedo.
- Que se duerman en el cochecito o similares no suele ser buena solución ya que puede funcionar a corto plazo pero a largo plazo nos va a generar más dificultades que otra cosa, no es una rutina que podamos sostener durante mucho tiempo y no nos ayuda a establecer unos hábitos positivos de sueño.
ACOMPAÑAR LOS CAMBIOS
Cuando queremos hacer algún cambio en las rutinas de ir a dormir, ya sea por el paso de la cama familiar o la cuna a la cama individual o porque hemos decidido cambiar las rutinas buscando una mejora o porque se está adaptando a las rutinas de la escuela, es necesario que tengamos mucha paciencia y comprensión, los cambios, aunque sean positivos, no siempre son fáciles y es natural encontrar resistencias.
- Gradualidad. Pasar por ejemplo, de la cama familiar a la cama individual o hacerse a dormir en la escuela, no es fácil y van a necesitar que seamos comprensivas/os y vayamos poco a poco. La gradualidad se refiere a ir introduciendo cambios de forma lo más progresiva posible y entendiendo la dificultad de integrar muchas consignas nuevas a la vez.
- Anticipación. Les hablaremos de los nuevos cambios, cuando serán y por qué motivo. Pondremos palabras a cada nuevo paso y nos aseguraremos de que el mensaje sea claro, honesto y comprensible. No haremos cambios sin avisar y, por ejemplo, en la escuela no haremos cambios los lunes después del fin de semana.
- Presencia del adulto. Vamos a revisar como es la relación y el vínculo con el adulto que acompaña este momento, ya que para poder cerrar los ojos y dormirse es necesario confiar en el adulto que tenemos de referente. Por lo tanto, si el vínculo no es seguro o está en proceso, vamos a trabajar a fondo durante los cuidados cotidianos para que el infante pueda sentirse seguro y sostenido en los momentos de ir a dormir.
- Un ambiente asegurador. De la misma forma que el vínculo con el adulto, para conciliar el sueño de forma placentera, es necesario estar bien ubicados en el contexto, sentir que el lugar en el que estamos es seguro y que por lo tanto podemos cerrar los ojos y dormir con seguridad. Especial atención requiere el inicio de la escolarización y los cambios de habitación. Por otro lado, el ambiente no es solo físico, también es simbólico, un ambiente con tensiones y conflictos no ofrece seguridad, por lo que revisar el día a día de bebés, niños y niñas es necesario para asegurar un sueño plácido y reparador. Igual que los adultos, cuando hay tensiones nos las llevaremos a la cama o equivalente y costará conciliar el sueño.
- Un mensaje claro, honesto y comprensible. Un mensaje claro, honesto, sin culpas y comprensible. Si como adultos no creemos en lo que estamos haciendo o sentimos culpa pensando que les estamos pidiendo demasiado o no es el momento adecuado ¿Qué mensaje les damos? Más allá de nuestras palabras, bebés, niños y niñas son sensibles a lo que transmitimos a través del tono de voz, la gestualidad, el tono muscular o la expresión facial. Para hacer un cambio de estas características es necesario que el adulto también esté en paz y convencido de lo que está haciendo o el mensaje que transmitirá será incoherente y difícil de aceptar por el infante. De la misma manera seremos muy honestos/as con los motivos del cambio, con lo que se van a encontrar y cómo va a ocurrir, también por anticipado. No esperamos que el infante se convenza, lo que buscamos es que pueda aceptar la nueva situación y para eso hace falta que el adulto lo tenga claro y de un mensaje claro.
- Confiar en la capacidad del infante. De la misma manera que el mensaje debe ser claro y comprensible, debemos confiar en la capacidad del infante para aceptar la nueva situación y para ir encontrando la manera de gestionar su proceso de dormirse. No permitir que proteste, se queje o que exprese como se encuentra, es al final una forma de tapar el llanto y de no confiar en sus capacidades. Como dejar anteriormente estamos lejos del método Estivill de dejar llorar al niño, pero tampoco vamos a tapar su llanto o su malestar por un proceso con el que no está conforme. El llanto o la queja deberían poder ser el inicio de un proceso dialogado.
- El adulto es el guía. Igual que durante el juego (actividad autónoma) el infante es el guía y marca sus propio objetivos, durante los cuidados cotidianos el adulto es el responsable del bienestar y el cuidado del infante y por lo tanto es el guía, prepara el ambiente, pone los límites y va al encuentro del infante, de su cooperación y de su aceptación. Con esto me refiero a que es responsabilidad del adulto establecer unas rutinas (las que sean) que favorezcan los procesos vitales de bebés, niños y niñas como es el sueño. El adulto prepara el lugar, anticipa, pone palabras, favorece la toma de conciencia, que sea un proceso dialogado, construye vínculo, presencia y marca unos límites que permitan la contención y la comprensión del proceso. Al infante no se le abandona a su suerte, necesita sostén, cuidado y contención.
CUANDO HAY DIFICULTADES
Tendemos a compartimentar el cotidiano y a pensar que los problemas durante el juego solo responden al juego o que los problemas durante el cambio de pañal solo responden al cambio de pañal o que los problemas para conciliar el sueño solo responden a ese momento en el que ya tienen puesto el pijama.
Las dificultades para conciliar el sueño pueden deberse a distintos motivos, un cúmulo de motivos y/o a unos motivos no inmediatamente antes de irse a dormir. Claro que hay que revisar las rutinas y el acompañamiento durante el proceso de dormirse (para que sino escribir este post) pero no podemos pensar que lo que sucede el resto del día no afecta durante el proceso del sueño.
Como decía anteriormente e igual que los adultos, aquello que nos pasa a lo largo del día nos afecta también cuando miramos de conciliar el sueño, por lo tanto habrá que revisar cómo es el día a día de bebés, niños y niñas y mira de que estos días pasen de forma plácida y sin tensiones innecesarias, asegurando siempre el vínculo con el adulto y que el infante pueda sentirse escuchado, valorado y competente (también es necesario sentirse competente). Es desde esta base que el infante aprenderá a conciliar el sueño, un sueño que deseamos sea placentero y reparador.