
Sí, mi hija tiene 6 años y recoge por propia iniciativa, no siempre claro, pero yo misma tampoco lo hago.
Procuramos no forzar la situación ni pedir de más, miro de facilitar que cada cosa tenga su lugar, no saturar con mil cosas que nadie saben dónde van y si el tema se desborda continuamente pienso qué falla en el espacio, no en mi hija.
Le puedo hacer pequeñas demandas como que guarde los zapatos en la entrada o le recuerdo que si no deja las cosas en su sitio luego cuesta encontrarlas (es una consecuencia natural con la que nos encontramos a menudo).
Cada vez es más ordenada, le gusta que las cosas se vean bonitas, esparce menos cuando hace manualidades, le gusta doblar su ropa y hacerse la maleta (la suya y la de su padre). Ah, y cuando vienen amigas a jugar me pide que le ayude a recoger la habitación si está desordenada.
Hacer recoger es un conflicto de mala solución y que puede afectar en gran medida la relación entre infantes y adultos, así como la calidad del juego y el nivel de crispación. Además solemos esperar mucho más de lo que son capaces de comprender y realizar.
Cuando un niño no quiere recoger y el adulto ha decidido que es responsabilidad del niño hacerlo ¿cómo espera conseguirlo?
Hay quien dice que convierte recoger en un juego, pero ¿recoger es un juego? Personalmente creo que no es un juego y que es confuso hacerlo pasar por algo que no es, muchas veces empieza como un juego y acaba en conflicto (cabreos y castigos) cuando el niño no cumple. Recoger, como vestirse, bañarse o comer no son un juego, pueden ser agradables pero jugar es otra cosa y por lo tanto debería partir de otro lugar como comprender y desear un espacio cuidado.
Recoger y ordenar, son valores, no es algo innato como llegar a caminar, es algo que debe aprenderse por mediación adulta, pero ¿cómo hacemos esta mediación/transmisión?
Según Anna Tardos (y yo estoy plenamente de acuerdo) recoger (como prestar las cosas de uno) no es una regla ni una norma, es lo que se llama una «orientación», debe surgir de ellos y lo aprenden a través del valor y el lugar que los adultos de referencia le damos a ese valor.
Podemos, sin forzar, hacer pequeñas demandas adecuadas a su edad, concretas y sin obligar, pero decir «recoge tu habitación» o «cuando acabes de jugar recoge antes de empezar con otra cosa» a niños de 2, 3, 4, 5 o 6 años suele acabar mal, o deja al adulto completamente frustrado por no conseguirlo y/o enturbia nuestra relación y le quita al infante poder vivir el placer de cuidar su propio espacio y contribuir a la vida en común.
Porque de eso debería ir recoger, de la comprensión de que el espacio y los objetos requieren un cuidado y que es un cuidado también hacia nosotros, infantes y adultos y la la vida en común.
Y cuidar no debería ser un juego ni una obligación, es un responsabilidad y ¿cómo ser realmente responsable si no hay una verdadera voluntad en la acción?
Para que un infante DECIDA RECOGER ¿QUÉ TENEMOS EN CUENTA?
Debe poder sentir que el espacio también le pertenece. Si no siente propio el espacio difícilmente va a tener el deseo y la voluntad de participar de este y cuidarlo.
Debe poder sentirse autónomo y competente. Debe saber que se confía en su capacidad y su criterio, que es capaz de hacerlo. Si continuamente le decimos lo que hace mal o no le damos espacio para participar y ser competente no podemos esperar que decida recoger porque no se va a sentir capaz de hacerlo.
Debe poder sentir que en su casa o en la escuela los espacios se cuidan y son importantes, que forman parte del cuidado de uno y de los otros
Debe percibir que recoger es asumible (en cantidad y forma) y poder decidir plantearse pequeños retos por sí mismo de forma progresiva. Por esto es importante que ellos vayan pudiendo marcar también sus propios objetivos y ayudarlos cuando nos lo pidan. Si quieren recoger sus juguetes y nos piden ayuda no se la neguemos porque seguramente ellos solos no podrán, lo mismo si les ha caído algo al suelo (recoger no puede ser un castigo ni acabar en castigo) y lo que estamos trabajando es algo más de fondo, trabajamos el cuidado de uno y los demás a través del espacio.
Debe percibir el participar con el adulto de las tareas cotidianas como una oportunidad de colaboración, aportación, valor y relación. Así que cuando quieran participar o les hagamos pequeñas invitaciones (digo invitaciones) démosles respuesta y propongamos tareas asumibles que no sea obligatorio finalizar (es difícil para ellos y ellas valorar hasta dónde pueden hacer). Si quieren ayudarnos a recoger unas piezas de juego, por ejemplo, que lo hagan hasta que se cansen, no esperemos que concluyan o que no se pongan a jugar en un momento dado con lo mismo que estaban recogiendo. O si les decimos que si quieren ayudarnos a poner la mesa que sea una pregunta real y démosles las gracias por lo que sean capaces de hacer.
Poder vivir el placer del cuidado y no la angustia. Recoger, cuando parte de la voluntad de hacerlo y los adultos somos capaces de reconocer los resultados, por pequeños que sean, puede convertirse en una actividad placentera que nos hace sentir bien, cuando pasa por la obligación, la amenaza o el castigo pierde toda posibilidad de surgir por propia voluntad.
Una relación segura con el adulto de referencia que le sirva de modelo positivo será uno de los factores principales durante estos primeros años. Cómo decía, el recoger es un valor y por lo tanto se integra a través de distintas formas de aprendizaje entre las que destaca el modelaje. Los niños y niñas, cuando hay una relación positiva con el adulto, tienen ganas de parecerse a este y de ser reconocidos por él. Si ven que el adulto cuida el espacio tendrás ganas de participar y colaborar.
El adulto es el principal responsable del orden. No podemos hacer responsables a niños y niñas de ordenar sus juguetes o su ropa cuando no tienen la madurez ni los conocimientos para hacerlo. Son los adultos los que deciden el espacio, deciden cómo se organiza y deciden en qué momento se debe o no se debe recoger, por lo tanto somos los principales responsables tanto de ordenar como de que el espacio sea facilitador para el infante en los momentos en los que decidan participar de este cuidado a la vida en común o cuando los invitemos a hacerlo.
Como se lee en Los orígenes del juego libre «esto no sucedería (los conflictos sobre recoger) si la habitación de juego no contiene más juguetes que los que el adulto está dispuesto a recoger y colocar a menudo, diariamente.»
¿QUÉ NO HACEMOS?
No obligamos a recoger.
No hacemos chantaje emocional, no amenazamos, no castigamos.
No usamos «consecuencias» como eufemismos de castigos.
No responsabilizamos al infante de la dificultad del adulto por preparar un espacio facilitador.
No interrumpimos su juego para que recojan.
Como véis, para que un infante recoja y cuide el espacio a medida que crezca hay todo un trabajo educativo que no pasa exclusivamente por la propia tarea de recoger y ordenar, es un error común actuar solo sobre el propio objetivo que nos planteamos «que aprenda a recoger» pendiendo de vista todas las variables implicadas y la complejidad de una acción aparentemente sencilla pero que no lo es.
No se trata solo de recoger los juguetes u otras cosas porque lo diga el adulto, no es tan simple, se trata de aprender a cuidarse, de hacerse responsable de uno mismo y de las consecuencias de las propias acciones en los objetos y en los demás, se trata de aprender a mirar al otro y a uno mismo de forma positiva y de sentirse suficientemente competente para poder realizarlo con voluntad y alegría.