Cuando nos planteamos acompañar el juego dando libertad de movimiento nos encontramos que las propuestas más populares de materiales y juguetes no acaban de responder a las necesidades de bebés/niño/as, entonces los infantes se aburren, se frustran, decís que no les gusta el suelo o que el movimiento libre no es para todos.
Los infantes que tienen libertad de movimiento son infantes activos y movedizos, ocupan el espacio del que disponen y su forma de concentración e investigación es en movimiento, no de forma estática. No podemos esperar lo mismo de un infante que goza de libertad de movimiento que de un infante que ha sido inmovilizado en distintos aparatos de puericultura (hamacas, sillitas, cojines, tronas, correpasillos, tacatacas, saltadores) o directamente colocado en posiciones que lo dejan a merced del adulto.
El infante en libertad de movimiento es activo, movedizo, autónomo, se desplaza por el espacio, busca nuevos retos constantemente y por lo tanto necesita una respuesta pertinente en acompañamiento adulto, espacios y materiales.
Estos años de asesorías pedagógicas respondiendo a este tipo de situaciones me han mostrado cuales son los errores más comunes en las propuestas de juego desde el movimiento libre.
Si queremos que los bebés/niño/as disfruten de una autonomía real y un sólido sentimiento de competencia tenemos que transformar nuestra mirada y empezar a pensar el juego como el espacio de la actividad autónoma, un espacio que pertenece al infante y no al adulto, como siempre digo, es su conquista y no la nuestra, es su proceso, son sus proyectos y sus objetivos.
El papel y la tarea del adulto son importantes e imprescindibles, precisamente el infante que es capaz de concentrarse y sumergirse en su juego es el infante que tiene al adulto integrado, que sabe que el adulto está disponible y confía en su presencia. Os voy a hacer un resumen de lo que acostumbro a encontrar.
LOS ERRORES MÁS COMUNES
- Poca cantidad y variedad de materiales para el juego, lo que hace que se aburran y se frustren enseguida
- Materiales muy parecidos entre ellos, lo que también hacen que se aburran y se frustren
- Materiales demasiado estructurados
- Materiales no accesibles o reunidos en un solo lugar (como el cesto de los tesoros)
- Rotación continua de materiales lo que priva al infante de poder anticipar sus proyectos de acción
- Intervención continua del adulto mirando de llevar al infante a los intereses que son de adulo y no del infante, lo que provoca dependencia y sentimiento de incompetencia, limitando las exploraciones y el descubrimiento además de dificultar una autonomía real
- Falta de un ambiente estable y seguro
- Falta de comunicación y diálogo
- Falta de herramientas para acompañar las frustraciones que pueden ir surgiendo, los golpes y otras vicisitudes
- Confusión entre la necesidad de libertad y límites
- Dificultad en leer el llanto y dar una respuesta pertinente
En general confundimos una preparación del espacio y los materiales poco pertinente (así como el acompañamiento que damos) con que al infante no le guste el suelo o el movimiento libre no sea para él, algo casi imposible.
Me explico, desde el movimiento libre no hablamos de un tiempo máximo ni mínimo, el movimiento libre no es un entrenamiento, no es una forma de estimulación. El movimiento libre es acompañar el desarrollo motor, cognitivo y social desde el respeto a sus ritmos, entendiendo que el movimiento es una forma esencial de estar en el mundo , es una necesidad profunda de ser y expresarse.
El movimiento libre no es un entrenamiento, no es ni siquiera algo que decide o propone el adulto, es buscar la forma pertinente de responder a las necesidades esenciales de los más pequeños en tanto que son seres humanos.
Hablamos de que la necesidad de movimiento es una necesidad universal, no particular.
No existe el niño que no le guste el suelo, el suelo es el lugar donde van a poder desplegar sus capacidades, donde podrán ser autónomos, donde poder explorar, jugar y relacionarse. El suelo es el mundo mismo y, si no le gusta el suelo, es que no le hemos dejado explorar su potencia a través de sus capacidades, no le estamos dejando expresar una de sus necesidades más íntimas y profundas: moverse y jugar.
Por otra parte, es muy normal que en general no sepamos acompañar el juego desde el movimiento libre, porque lo usual y lo común es tener a los niños en hamaquitas o sentados, darles juguetes, hacerles carantoñas y mirar de entretenerlos continuamente. Entonces, cuando decidimos hacerlo distinto, cuando estamos en proceso de transformar la mirada para dar otra oportunidad y otra forma de cuidado y acompañamiento, nos encontramos que no sabemos cómo hacerlo, que nos faltan recursos, herramientas e ideas, que lo que hemos visto toda la vida ni sirve ni funciona.
¿QUÉ HACEMOS ENTONCES?
- Ofrecer cantidad y variedad de materiales desestructurados
- Ofrecer opciones suficientes y pertinentes para los retos motores
- Preparar materiales cotidianos, comprensibles y accesibles
- Anticipar y describir lo que hagamos con su cuerpo y lo que va a suceder
- Acompañar la frustración y el dolor dándole un espacio real y nombrando y describiendo como forma de validación
- Darles espacio para que encuentren sus propias soluciones
- Darles espacio para una autonomía real
- Estar presentes y disponibles pero mantenernos en segundo plano durante los ratos de actividad autónoma (que no durante los cuidados)
- Trabajar por ampliación de materiales más que por rotación
- Observar, observar mucho para saber el niño o niños que tenemos delante y no los niños que tenemos en el imaginario y no siempre responden lo que son o a lo que muestran
- Observar, observar mucho para conocer en qué momento están, que intereses tienen , qué necesitan y así poder responder de forma pertinente
- Entender que una relación honesta, segura y de confianza con el adulto es básica para que el infante sea capaz de sumergirse en su juego y que esto se trabaja, principalmente, durante los cuidados cotidianos