El adulto, desde la pedagogía pikleriana, juega un papel muy distinto al que estamos acostumbradas, es un adulto especialmente presente, que observa atentamente al infante para conocerlo en profundidad, da mensajes claros, siempre anticipa, ubica en el contexto, trabaja la toma de conciencia sobre uno mismo, los demás y el mundo y busca la cooperación del infante.
Es una adulto que busca vincularse durante los momentos de cuidados cotidianos a través de establecer una relación intima y privilegiada y es a su vez un adulto que promueve la actividad autónoma preparando el espacio, los materiales y un mobiliario pertinente pero sin entrometerse en los proyectos de acción que los infantes desarrollan.
En la pedagogía pikleriana se entiende que cualquier bebé, niño o niña tiene (además de las necesidades fisiológicas) otras necesidades esenciales respecto a su desarrollo como persona:
- La necesidad de un vínculo seguro
- La necesidad de autonomía
¿Cómo damos respuesta a estas necesidades?
- A través de unos cuidados cotidianos de calidad desde la presencia y el diálogo efectivo con el infante (relación privilegiada)
- A través de preservar y apoyar el juego libre y el desarrollo motor autoinducido (actividad autónoma)
¿Qué papel juega el adulto en cada caso?
- Durante los cuidados cotidianos el adulto marca los objetivos, los límites pero siempre de forma dialogada y buscando la cooperación del infante
- Durante la actividad autónoma el infante marca sus propios objetivos y el adulto perpara, media y preserva el espacio, los materiales y las relaciones que allí se dan
Llegados a este punto es importante subrayar cómo la actividad autónoma y los cuidados cotidianos funcionan como un todo que aunque los estudiemos de forma diferenciada, se contemplan de forma global el la vida cotidiana de bebés, niños u niñas, no podemos entender los uno sin lo otro.
Me explico:
Los cuidados cotidianos, cuando son de calidad y desde una atención plena del adulto, permiten que el infante se vincule e integre la presencia del adulto. Esta presencia es la base segura sobre la que el bebé/niño/niña se apoya para desplegar sus capacidades a través de la actividad autónoma (juego y movimiento).
No es que el infante que se sumerge en su juego no necesite al adulto, es que lo lleva consigo, lo ha integrado y esto le permite encontrarse consigo mismo y con la experiencia del mundo, le permite gestionar sus deseos, necesidades y frustraciones. Entonces el adulto puede permanecer cerca sin necesidad de entrometerse.
DURANTE LOS CUIDADOS
Durante los cuidados el adulto anticipa, describe, dialoga, busca la cooperación del infante y trabaja la toma de conciencia y la atención, pero en ningún caso esta cooperación es obligada o forzada, el bebé, niño o niña es libre de decidir cooperar o no hacerlo. Esto no quiere decir que al adulto le de igual si no coopera, debe conocer al infante e ir a su encuentro, trabajar el vínculo y la relación para que esta pueda ser realmente aseguradora y el infante se sienta atendido, valorado y aceptado, de esta forma y por propia iniciativa, el infante se sentirá competente y podrá cooperar con alegría. La alegría de crecer y relacionarse.
DURANTE LA ACTIVIDAD AUTÓNOMA
Durante la actividad autónoma el adulto está presente pero acostumbra a realizar otras tareas, se ocupa de los cuidados cotidianos de otros infantes, recoge el espacio y media entre los bebés/niños/niñas cuando hay alguna situación difícil. En estos casos el adulto no juzga ni moraliza, procura dar recursos para que ellos mismos encuentren la salida a la situación y recuperen el estado de paz. El adulto prepara el espacio, va recogiendo los materiales que no usan para que encuentren siempre un espacio cuidado que renueve su interés y los apoya verbalmente describiendo sus acciones para darles así valor, reconocimiento y conciencia de la propia acción. De esta forma, el infante puede sumergirse en su propia actividad guiado por su voluntad y desplegando sus potencias a través de su capacidad para la acción y la autonomía.
En todos los casos, cuidados y actividad autónoma, el adulto apoya y dispone para que el infante pueda desplegar sus capacidades con placer y alegría.
En ningún caso el adulto desde la pedagogía pikleriana tiene una actitud de «dejar hacer» ni tampoco una actitud autoritaria. Es un adulto presente, pero como decía Emmi Pikler, es una presencia distinta, que no se entromete, que conoce al infante es sus capacidades, que no rehuye su responsabilidad en el cuidado de bebés, niños y niñas y que conoce la importancia de un vínculo seguro y del desarrollo de la autonomía para que bebés, niños y niñas puedan crecer de forma saludable, equilibrada y puedan encontrar su lugar en el mundo.