
El texto en diciembre de 2021
Qué tremendo, esto sucede cuándo escribes un blog, público, y a veces te tienes que comer tus palabras con patatas. Debo confesar que escribí el texto de arriba un poco «rebotada», no con nadie en concreto si no con una situación general en la que parece que para conocer algo o estudiar algo tienes que pasar por una serie de circuitos oficiales que en realidad no siempre responden adecuadamente.
Cierto es que cuando estudié pedagogía muchas de las asignaturas no eran nada interesantes y me tuve que buscar la vida para hacerlas interesantes, pactando bibliografías y trabajos con profesores y profesoras que muchas veces desprecian no solo a su alumnado, también los propios contenidos que imparten. Lo mismo podría decir del máster y otros cursos y cursillos.
Pero esta vez, como muchas otras me tocará, me tengo que comer mis palabras, porque a los meses de escribir este post (el de abajo), vinieron de Loczy a Barcelona a hacer el curso de cuidados de la formación de pedagoga pikler y me apunté. Esto supuso un antes y un después en mi formación profesional, la calidad de la formación es enorme de la misma manera que lo es la calidad de su trabajo cotidiano en la escuela, no conozco, en ningún nivel educativo, un trabajo cotidiano y a nivel de investigación tan riguroso y con el foco tan bien anclado en el bienestar del infante. Ahora mismo solo deseo poder seguir formándome con ellas de forma permanente, a un título nunca se le hace un feo, pero no es lo que me mueve, lo que me mueve es tener la oportunidad de conocer de cerca una forma de trabajo y una mirada basada en un respeto tan profundo al infante.
Lo que no sé es si sigo siendo intrusa o si ya no soy intrusa, voy por el quinto curso más las observaciones, más en enero que continuo con el siguiente. También empecé el curso pasado un doctorado para tener la oportunidad de seguir explorando algunos aspectos de la mirada pikleriana, pero siendo el punto de partida la emancipación de Rancière/Jacotot. Como decía en el anterior escrito mi recorrido no es el recorrido típico de una profesional del 03 aunque haga ya 20 años que frecuento escuelas 03 de una forma o de otra (como educadora o como pedagoga).
Supongo que ser intrusa o no ser intrusa es más un sentimiento que una decisión (¿se puede ser intrusa y bienvenida a la vez? ¿Debería mantener la extrañeza con mi propio aprendizaje y no dejar de ser intrusa?) La cosa es que estos días en que no ha sido posible ir a Budapest por la situación de pandemia y que estamos haciendo el curso en formato online, me he puesto melancólica recordando cómo es eso de ir a Loczy a formarse, así que aquí os lo dejo, con la esperanza de transmitir un poco de lo vivido y sin saber todavía si es la vivencia de una intrusa o ya no:
El autobús subiendo la colina, la parada brusca, cruzar corriendo, llegar al mítico cartel de «Loczy, 3», el código de la puerta que nunca recuerdo, niños y niñas que entran con sus familias, padres y madres que salen habiendo dejado a sus hijos, el verde del jardín delantero y el camino que sube hasta la puerta, siempre me pregunto cómo debe ser venir aquí, como niña y como madre, el olor a comida que te recibe al entrar como en cualquier otra escuela, puertas que se abren y puertas que se cierran, allí detrás sucede todo, subir el primer piso, las fotos de Marian Reismann que acompañan la subida prometen el día, la puerta abierta del espacio para familias, un vistazo rápido e inevitable, la sala de maestras y un almacén que parece siempre impecable, todo el mundo allí tiene una tarea, todo se conserva, las escaleras al segundo piso crujen, son estrechas y empinadas, arriba es cómo la cámara del mago, pero llena de vasos y tazas para el té, la fruta cortada y bien presentada nos da la bienvenida en el pequeño vestíbulo, galletitas húngaras y una cafetera en la cocina que se toma su tiempo como todo lo que ocurre en Loczy, no se puede forzar y al principio cuesta de entender, hay que pillarle el truco, saber esperar, el café va a salir, a su tiempo, la sala es pequeña, la ventana da a las montañas, nos vemos las caras, despliegue de medios para tomar notas, no quiero perderme nada, el sonido al fondo de los niños y niñas que salen al jardín, el sonido de cualquier escuela, un descanso, la pequeña biblioteca es como un escondrijo, el mini baño y la cola para entrar, salir al aire libre, Anna Tardos llega en coche, Anna Tardos se va en coche, siempre hay alguien de mantenimiento arreglando algo, otro café, otra clase, otro vídeo, otro ejercicio y nos vamos, bajando otra vez el camino, las familias vuelven a buscar a sus hijos, volver al autobús, la cabeza y el alma rebosantes, pensamientos y miradas que habrá que ordenar, Budapest se abre ahí abajo, cruzo el puente de isla Margarita y en la próxima parada me bajo.
Loczy, un hogar para crecer.
El texto de 2017
Os voy a hacer una confesión, no es nada nuevo, pero por si acaso: no soy una pikleriana de pro ni pretendo serlo. No he viajado a Budapest ni creo que lo haga, no me me compensa el desembolso económico, de tiempo y de esfuerzo, simepre tengo algo «mejor» en lo que invertir y que prorizar (y pongo «mejor» entre comillas porque no pretendo desmerecer una formación de sobrado prestigio, más bién remarcar una opción). Aunque ya sabemos que nunca se sabe, no es mi prioridad, ostentar su título implica una forma de trabajo ortodoxa que no comparto. Llegué al Movimiento Libre a través dos vías bastante distintas, una, la menos común, a través del concepto de Emancipación Intelctual de Rancière/Jacotot; otra, la más común, el trabajo diario durante algunos años en una escuela infantil municipal de Barcelona. Una vez aterricé en el mundo de la maternidad y la crianza empecé a darme cuenta de que había un vacío entre el conocimiento y los discursos de Pikler-Loczy y la crianza en el seno familiar desde determinados paradigmas, ahí inicié un trabajo pedagógico particular en busca de una voz propia que precisamente integrase el trabajo sobre la autonomía y el movimiento libre en el seno del hogar y en una forma de crianza con «apego» o en «brazos» (no os penséis que me siento del todo cómoda con este tipo de términos que no dejan de ser excluyentes).
En este trabajo de aproximación e integración no me barajo únicamente con autores/as piklerianas ni únicamente con sus fuentes, igualmente leo todo lo que cae en mis manos (hasta más de una vez), asisto a todas la formaciones y conferencias que puedo, así como miro de conversar y preguntar a quién se deja (y me interesa), pero no soy una pikleriana de pro.
Soy una intrusa pikleriana, nunca llevaré un espacio de juegos y/o psicomotricidad en la forma pikleriana ortodoxa ni daré muchas de las recomendaciones que se suceden en su discurso, además de pedagoga soy asesora de porteo ergonómico y me gusta promoverlo cuando lo veo pertinente, creo que los bebés necesitan muchos brazos y me gusta generar un discurso propio más que reproducirlo.
Soy una intrusa pikleriana, mi libro de cabercera es El maestro ignorante y a El maestro ignorante me dirijo. La vuelta por Pikler-Loczy es apasionante, integrar su discurso a otros paradigmas de crianza es apasionante, ser una intrusa es apasionante, ir en busca de la propia voz es apasionante.
Soy una intrusa pikleriana, no vengáis a mi buscando una respuesta ortodoxa porqué ese no es mi lenguaje, procuro trabajar con corrección y miro de ser rigurosa pero mi voz no es su voz y tampoco lo pretendo.
Una de las definiciones de emancipación es alzar la voz en un lugar donde no se te concede, dónde no te corresponde. Soy una intrusa pikleriana.
Yo decido. Vosotras decidís. Aquí estoy.